14/03/2012 ~
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Desde hace muchas semanas, apenas deja de llover. Ella, tumbada en la cama, ve la lluvia caer y oye chocar cada gota contra el suelo y salpicar en los cristales... -Ay- Ella suspira. El sonido de la lluvia le parece el más hermoso, el único que realmente penetra en su corazón y con el único que se siente identificada. La lluvia es su única confidente, es la única que entiende sus sentimientos y la comprende. Solo la lluvia la escucha sin juzgarla y le alegra con su triste melodía. Sus lágrimas desfilan por su rostro, como caen, una a una, las gotas en el suelo empedrado. Ahora sonríe. -¡Cada vez me parezco más a la lluvia!
Tumbada en la cama, mira el reloj, impaciente, esperando que llegue la hora. El tiempo pasa tan despacio. Tararea una canción improvisada, aprovechando la música que produce la lluvia al chocar con los cristales. Ella sabe que cantar no es una de sus habilidades, pero no le importa. Cantar le permite olvidarse por un momento de sus pesares, de sus preocupaciones, sus miedos y temores. -Cantar es lo más hermoso que hay después de la lluvia- piensa. Cuánto le gusta improvisar e inventarse canciones que para ella, no son más que poemas cantados. Cantando, todos los problemas desaparecen. Bueno, no. No desaparecen, pero sí se hacen invisibles durante un momento, para después, como por arte de magia, regresar a su estado natural, y atormentarnos de nuevo, nuestras mentes y conciencias.
Ella sueña con hacerse invisible, desaparecer por un momento y dejarlo todo atrás. Total, no mucha gente notaría su ausencia. Pero no resulta tan fácil huir. Todavía hay algo que se lo impide hacer, además del miedo.
Mira las fotografías que tiene en su habitación y su mente se llena de recuerdos pasados. -Es verdad. A veces, fui feliz- piensa. En efecto, recuerda algunos momentos de su vida felices. Antes, esos recuerdos brillaban con fuerza en su mente. Pero ahora los veía ya tan lejanos...Ese resplandor había desaparecido y en su lugar, había crecido una enorme mancha negra y oscura que los tapaba casi por completo, dejando solo visibles los recuerdos de un pasado amargo y de un presente aún peor.
Sí. Ella también había sido feliz, pero eso fue mucho tiempo atrás, antes de que...
Ahora apenas recordaba lo que era ser feliz. Era una sensación prácticamente desconocida para ella. Soñaba despierta intentando alcanzar esa felicidad de la que tanto había oído hablar, pero aunque lo intentaba con todas sus fuerzas, le resultaba muy difícil soñar con aquello que apenas conocía o, por lo menos, que hacía tanto que no sentía.
Sonó el teléfono. Su cuerpo comenzó a temblar. Llevaba tanto tiempo esperando esa llamada y ahora, no sabía si estaba preparada para recibirla. Intentó tranquilizarse. Respiró hondo y alargó la mano para descolgar el teléfono. Con una voz temblorosa, preguntó quién llamaba a esas horas. Tardó bastante tiempo en escuchar una respuesta, lo que hizo que su corazón comenzara a latir a mil por hora. El miedo que sentía al principio se convirtió en pánico. Una profunda y grave voz respondió por fin:
-Buenas tardes. Soy Carlos Navarro, ¿puedo hablar con María Cruz? -preguntó.
-Soy yo. ¿Quién es? - Una vez que hizo la pregunta no paró de preguntarse por qué la había formulado si en el fondo, ya imaginaba de quién se trataba. Quizás, fue para evitar oír lo que tenía que decirle.
-Sí, disculpe. Soy el cirujano que operó a su novio tras el accidente que tuvieron ustedes dos en moto hace tres meses. Como sabe, su novio sufrió graves heridas y... - De repente, se calló durante dos segundos, respiró hondo y añadió- me temo que tengo que comunicarle una terrible noticia. Al mediodía entró en parada cardíaca y por mucho que lo intentamos, no pudimos hacer nada por salvarle la vida. Fernando ha muerto. Lo siento por ser yo quien tenga que comunicarle esta noticia.
María colgó el teléfono. No se despidió. Apenas podía pensar. Después, su cuerpo dejó de temblar. Ya había pasado lo peor, la espera. Llevaba tanto tiempo esperando esta noticia... Por mucho que todos la habían dado esperanzas, ella sabía que era muy difícil, por no decir imposible, que Fernando se recuperase. Con su muerte, su mundo se vino abajo por completo. Aunque ya lo había estado desde el momento en que sufrieron el accidente de moto y Fernando, gravemente herido, ingresó en el hospital. Ahora, ya sí que no tenía nada que la hiciese querer seguir viviendo, nada que la uniera a la vida. Ahora sí quería desaparecer para siempre y ella, sabía cómo lograrlo.
Cogió el frasco de pastillas que tenía encima de su escritorio, preparado desde el día del accidente, y, pastilla a pastilla, se las fue introduciendo en la boca. No, no tenía miedo a la muerte. Ya la había visto de cerca el día del accidente. La primera vez consiguió escapar de ella pero esta vez no sería así. Y para que esto fuera posible, ingirió tal cantidad de pastillas que, sobrevivir, sería prácticamente un milagro.
Mientras tragaba cada pastilla, tarareaba una melodía improvisada, acompañada por la música que producía la lluvia. Sí, era un día triste. Pero para ella, no lo era tanto. Después de tres meses de espera, de tanta pena, tristeza y amargura, de tantas noches sin dormir temiendo lo peor, ahora por fin podría reunirse con él, con el único al que amaba, con Fernando.
Llovió toda la noche, pero al día siguiente, las nubes desaparecieron y en su lugar, brilló un enorme y resplandeciente sol. Además, se oyó durante todo el día, una canción preciosa que nunca nadie supo muy bien a quien atribuirla.
Pero en algunos momentos, cuando hay silencio, puede escucharse en la letra el nombre de dos enamorados: María y Fernando.
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Escrito por Kira ღ  
(Un 14.3.12)